En
navidad del 2012 me vi en París con una prima que es Señorita Consagrada. Ella
me dijo que me tenía un regalo, pero que no lo conseguía, o no sé qué le había
pasado, y como yo le había llevado unas cosas desde Caracas quería darme algo,
y se le ocurrió de pronto que un buen regalo sería una copia de un extraño
libro de Jean Paul Sartre: Barioná o el Hijo del Trueno. Se lo dije en el
momento y se lo digo a todo el que me regala un libro: jamás habrá para mí un
tesoro más grande. No puedo explicar lo que siento cuando alguien me regala un
libro. La gratitud es infinita. Es como que regalen un viaje. Un planeta. Un
sueño.
Uno
dirá, qué raro que una persona que está dedicada a la vida religiosa le regale
a uno un libro de Jean Paul Sartre. Es una obra que casi nadie conoce pues el
autor no quiso que se reprodujera. En una primera edición se reprodujeron sólo
500 ejemplares y luego en 1967 se hizo una nueva edición de la que se desconoce
el número, pero no se consigue fácilmente.
Lo cierto es que el autor escribió este libro
estando en un campo de concentración Nazi. Los curas le pidieron que por favor
hiciera algo para celebrar la navidad, y Sartre produjo esta versión de teatro
sobre la natividad. Mi prima me dijo al dármelo que nunca había leído una
descripción más bella de la escena del nacimiento de Cristo, de la mirada de la
Virgen María y de San José, de la Sagrada Familia en plena devoción hacia
Cristo como Dios, pero sobre todo hacia Cristo como hijo. Como madre debo decir
que me conmovió enormemente la escena y creo que Sartre no pudo darle un mejor
ángulo a esa Virgen, casi desgarrada en dos entre su misión como madre de Dios
y su misión de madre. Nunca había sentido a la Virgen tan cercana. Tan humana.
Tan mujer.
Lo
que me impactó de este libro fue sin duda como me fue envolviendo a medida que
pasaba las páginas. Debo confesar que al principio lo leí sin ganas, y casi me
había arrepentido de haberlo recomendado a mi pequeño círculo literario. Cuando
tengo un momento crítico de lectura apelo a Pennac y dejo el libro, el tiempo
es demasiado precioso. Pero tenía la obligación de llegar al menos a la mitad,
y mucho antes de eso ya estaba enganchada en la visión de Sartre y sus
reflexiones.
Barioná
es un hombre que no ha tenido hijos, y que es líder de una aldea cercana a
Belén. Lleno de desesperanza y de ira ante el sufrimiento que la vida y los
hombres mismos le imponen a otros hombres decide prohibir que nazcan más niños
en su aldea, que es ya de viejos, a fin de que la humanidad se de cuenta de lo
que es vivir sin la esperanza del futuro. Entonces su esposa queda embarazada,
y él le ordena que mate al niño. Pero justo en ese momento llega a la aldea la
noticia de que nacerá el Mesías. Noticia que trae un ángel, un ángel que dista
mucho de la idea que tenemos de ángel. Es sólo un hombre en la noche.
De
modo que Barioná debe enfrentarse a la realidad de que su gente quiere ir a
adorar al Mesías, que no es más que un bebé, y se ha quedado sólo. Lucha contra
quienes quieren creer a toda cosa y no ceder ante la desesperanza, su
desesperanza, y su propio instinto humano de seguir creyendo en el futuro. La
realidad es que Barioná quiere creer, pero la da miedo ceder al impulso de las
ilusión y la caída al vacío que implica cuando uno ve que un sueño no se
cumple, o que una pesadilla se vuelve realidad. Barioná, como la gran mayoría
de los hombres tiene miedo. Además Barioná ha perdido la Fé en el ser humano,
pero sobre todo en sí mismo.
“(…)
He blindado mi corazón con una triple coraza: contra los dioses, contra los
hombres y contra el mundo. No pediré compasión ni diré gracias. No doblaré
rodilla ante nadie, pondré mi dignidad en mi odio, llevaré cuenta exacta de
todos mis sufrimientos y de los demás hombres. Quiero ser el testigo del dolor
de todos; lo recogeré y lo guardaré como un blasfemo. Quiero elevarme contra el
cielo como una columna de injusticia: moriré solo y quiero que mi alma suba
hacia las estrellas como un gran clamor de metales. El clamor de la ira.”
Este
párrafo me hizo pensar inmediatamente en el Dies Irae del Requiem de Mozart.
Porque luego Barioná toca un tema que es quizás el más difícil para el hombre:
La libertad. “Aunque el eterno me hubiese mostrado su rostro entre las nubes,
rehusaría oírle porque soy libre; y contra un
hombre libre, ni el mismo Dios puede nada.”
De
las cosas que más admiro del libro es cómo Sartre toca los mismos temas que lo
alejan de la religión, como incluye su visión de las cosas, y aún así logra
mandar un mensaje de Fé. En ese sentido el libro es extraño. Y en ese sentido
considero que el libro es una verdadera obra de arte. Aunque el español no es
el lenguaje original y esta es la versión que tengo, debo decir, que la belleza
con que describe las escenas y los personajes hacen sus planteamientos religiosos
y filosóficos es sobrecogedora. Es tal cual como escuchar una parte de una
pieza musical, que puede ser de Mozart, puede ser de Beethoven. Así de hermoso
es este libro.
En
cuanto al final, Barioná como todos lo sabemos desde el principio jamás logra
su cometido de matar al Cristo, tarea que se impone y que sale decidido a
cumplir con la mayor determinación. Lo que mantiene en vilo al lector es cómo y
por qué no lo logra. Así que no lo voy a echar a perder. Barioná hace un viaje,
como buen héroe. Es un personaje redondo, bien construido. Y debo decir que es
una inspiración.
El
libro me golpeó, porque entiendo al protagonista y su negra visión sobre un
mundo que a pesar de los siglos, a pesar de que los romanos ya no son los
mismos, lamentablemente ahora son otros. No hay evolución pareciera. Todo
pareciera ser mejor que antes, pero nada mejora. Y no sé si será un asunto de
percepción, o un negativismo producto de pensar y sentir demasiado, mientras me
doy cuenta, con amargura que vivo en una sociedad que no piensa, ni siente lo
suficiente. Pero hay algo que nunca debemos dejar morir, y que tenemos la libertad
de mantener siempre vivo: la esperanza.
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